“A veces te detienes y piensas: Soy un tonto, un loco sin límites. Pero no, eso no es cierto, solo soy una persona que aún es capaz de asombrarse, que ama reinventarse y que se atreve a soñar, manteniendo sus pasiones bien envueltas en sí mismo”. (Lailly Daolio)
Fue en 1990 cuando mi profesor universitario de Psicología General, durante la primera lección, dijo “muchachos, ténganlo en cuenta, en el transcurso de su vida una persona cambia en promedio siete trabajos”.
En realidad, hoy ya nada es indefinido: una amistad con los compañeros con los que crecimos puede terminar, el matrimonio que creíamos que era eterno puede concluir, el éxito de nuestra profesión puede cesar o tenemos que dejar nuestro país de origen y, por tanto, nuestras raíces.
A veces nos vemos obligados a cambiar, otras veces lo hacemos por elección. En ambos casos, los sentimientos que afloran y tenemos que afrontar son de gran incertidumbre, miedo a no triunfar, miedo a lo desconocido. Terror de caer.
Son sentimientos que ralentizan, paralizan y representan el primer y fuerte obstáculo a afrontar para avanzar hacia un cambio real.
Tener miedo es natural, es parte del hombre. Cada vez que perdemos la certeza, estamos llamados a afrontar una situación de pánico. Y esto no se trata solo de trabajo.
Pero también sucede que durante la caída, en medio de la desesperación, algo en nosotros se mueve y nos empuja a reaccionar. Por tanto, es necesario un movimiento interior que nos lleve a la decisión de elegir el cambio; esta fuerza se llama MOTIVACIÓN. Nos fortalece y cobra tanto que decidimos arriesgarnos y dar el salto, aprovechando esta vez para centrarnos en nuestras pasiones o para realizar esa idea olvidada.
Nos encontramos reinventándonos con entusiasmo.
Reinventarse no significa cambiarse por completo, sino simplemente redefinir una versión más adecuada de nosotros para afrontar nuevos retos, tanto en el trabajo como en la vida.
Miramos dentro de nosotros con transparencia y honestidad, analizando nuestro acervo de habilidades, conocimientos y experiencias, pero también nuestros límites y debilidades en las que invertir para mejorar. Al mismo tiempo, también damos espacio libre a la curiosidad y los deseos. Esto abre puertas que pueden mostrar algo que no creíamos que teníamos y ser alguien que no creíamos que podíamos ser. La vida es impredecible e incluso en las situaciones más negativas siempre hay matices positivos.
Reinventarte puede ser la oportunidad de lanzarte por fin al proyecto que siempre has soñado, quizás diseñado íntegramente por nosotros, encontrando nuevas motivaciones y sustituyendo el estrés por ilusión.
Pero para volver a correr, además de ilusión, motivación y pasión, otros ingredientes son fundamentales. Primero que nada, debemos tener en cuenta que no siempre tomaremos las decisiones correctas. Cometeremos errores por inexperiencia, habrá momentos de estancamiento, dificultades inesperadas que parecerán insuperables que nos pondrán a prueba. Por tanto, necesitamos organización mental, disposición para aprender invirtiendo en nuestra formación y perseverancia. Debemos estar dispuestos a poner en juego todo nuestro potencial y toda nuestra resiliencia.
Sin embargo, la receta quedará incompleta si falta el ingrediente más importante: la fe en nosotros mismos, en nuestra capacidad para evolucionar, para renovarnos y en la magia del coraje que transforma un simple toque de color en una maravillosa obra de arte.
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